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domingo, 23 de noviembre de 2014

SICILIA-05: TRÀPANI – SAN VITO – NUBIA – MOZIA - MARSALA




MIÉRCOLES 15
Desayunamos (bien) y salimos de Tràpani en dirección a San Vito Lo Capo1 por la carretera de la costa, por causa del paisaje. Realmente maravilloso, y eso que la brumilla existente impedía ver con nitidez la lejanía. 



El pueblo en sí no ofrece mucho, con excepción de una playa maravillosa.
 



En la Oficina de Turismo nos dijeron que no había carretera directa a Scopello porque no se podía circular en coche por la Reserva Natural de “Lo Zingaro”. En cualquier caso, no nos podríamos aproximar a la entrada norte del parque por causa de un incendio.








Después de dar una vuelta por la costa este, regresamos con la intención de continuar con nuestra hoja de ruta: las salinas. Primero fueron las de Tràpani (desde carretera SP21). 



Rodamos por aquella llanura de agua parcelada que el sol arrancaba vivos colores, todos diferentes, contrastando con el blanco cristalino de la sal amontonada. En varias hectáreas, solo destacaban unos pocos molinos, mudo testimonio del pasado, contadas edificaciones y una torre, vestigio histórico de un hito de vigilancia. 




Estuvimos en el Museo del sale (a nuestro aire): me encantó saber que los molinos de viento accionaban tornillos de Arquímedes (¡vaya tornillos con carcasa de madera!). Comimos en una pizzería frente al mar, por Torre Nubia.





Para llegar a las otras salinas, un poco más al sur, seguimos por la SP21, evitando meternos en el Aeropuerto de Tràpani-Birgi (todo eran facilidades para ello). Mientras esperábamos la lancha para Mozia, descansamos un poco en el embarcadero, frente a las salinas de Marsala.











No podíamos quitar ojo del paisaje y del espectáculo de los enormes caballones de sal lanzando destellos y de las pilas de tejas preparadas para protegerlos frente a la lluvia y de…









La lancha navegó por el canal de salida antes de entrar en aguas de la laguna Stagnone, después enfiló rumbo a la isla San Pantaleón (nombre actual de Mozia), que se encuentra en medio de la citada laguna (casi laguna, realmente), integrando una Reserva Natural. No es extraño que los fenicios establecieran una colonia en este lugar: buen clima, protegido del mar, fácil de vigilar, distante un kilómetro de la costa oeste siciliana (antiguamente existió un camino transitable en marea baja) y… con agua dulce.
 



Es propiedad de la Fundación Whitaker2, con control de acceso y peaje.






La entrada a la isla te da derecho a recorrerla y visitar el museo y las ruinas repartidas por toda ella. Aquél expone cantidad de objetos procedentes de diferentes excavaciones: piedras grabadas o no, estelas funerarias, jarras de pasta vítrea policromada, útiles domésticos, herramientas, piezas cerámicas, figuras…, así como profusa información de los trabajos realizados allí. Llama la atención una serie de vitrinas de madera en blanco que yo juraría que son de la primera época de la casa..






Destaca la estatua de mármol del “Giovane di Mozia”, verdadera joya de la corona y muy famosa en el ámbito de la arqueología. Personalmente, me encantó una máscara (de significado apotropaico, dicen) de terracota dotada de una gran sonrisa.






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Después de pasear3 por la isla y visitar las diferentes excavaciones, repartidas por el medio kilómetro cuadrado de la misma, regresamos a “tierra firme”, no sin antes embarcar una nube de mosquitos que nos atacó sin tregua (pobres los que vestían sin-mangas y con pantalón corto) durante la travesía.







 


El paisaje nos retuvo en las proximidades, todavía un rato, antes de partir hacia Marsala. Los colores de las salinas iban variando con la aproximación del sol al horizonte y el claroscuro se adueñaba de la costa (gran espectáculo).








Llegamos al hotel4 (muy guapo), una ducha reparadora y… ¡a la calle! Ya anochecido, el paseo nos llevó a transitar por las calles de la parte vieja de la ciudad antes de recalar en una terracita5 donde tomamos un vino (nos habíamos aficionado) y, arrullados por la fuente de la plazuela, continuamos con un plato típico para prolongar el momento.


 


Poco a poco esto va saliendo;
queda mucho en el "tintero", pero...
A todos, ¡buena semana!
(la última del mes)




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(1) La idea original era ir a Scopello pero, por causa de programa, se cambió por San Vito, con la intención de acercarnos a la primera población solo si el horario lo permitía (al parecer sí existe comunicación directa, pero muy complicada, conocida por los lugareños, utilizando caminos que “se acercan y se alejan de la costa”).

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(2)Mencionas Whitaker en Sicilia y casi seguro que han oído hablar de él; citarlo en Palermo (una calle, una villa, una fundación, mucha historia…) y difícilmente pase desapercibido; pero si es en Marsala… (“un inglés que le gustaba el vino de aquí…” o “montó bodegas y vendía vino de Marsala por todo el mundo” o “un británico que hacía vino y excavaciones” o “compró la isla de San Pantaleón en la laguna”) hablas de un “vecino” ilustre. Pero notas que muchos confunden las acciones de dos Whitaker, a saber:


● Joseph Whitaker (1802-1884) fue un inglés que, muy joven, aterrizó (y se estableció) en Sicilia para colaborar con un tío materno en el negocio del vino de Marsala. Emprendedor y activista, se distinguió como gran empresario y como benefactor social. Tuvo doce hijos.

Joseph Isaac Whitaker (1850-1936), palermitano, conocido como Giuseppe o familiarmente Pip, octavo hijo del anterior, es considerado el primer arqueólogo siciliano. Se dedicó a los negocios familiares y también a las obras sociales y culturales (se dice que, en 1898, fundó el equipo de fútbol Unione Sportiva Città di Palermo), pero sus grandes pasiones fueron la ornitología y la arqueología. En 1902 compró la isla de San Pantaleón, donde estableció su base de operaciones, y construyó una casa de campo, que con el tiempo se convertiría en museo. Su hija Delia continuó su labor y en 1975 creó la Fundación Giuseppe Whitaker.

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(3) En el recorrido volvimos a encontrar una planta silvestre, con florecillas color violeta, que ya vimos en Segesta y que se nos ocurrió bautizar como “quitameriendas siciliana”, por pensar que era otoñal. Lo cierto es que ésta y la Colchicum montanum no se parecen en nada (el color y solo en algún caso). 
 


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(4) El no pillar un B&B en la zona vieja y el aprovechar una buena oferta nos hizo reservar en este magnífico y céntrico establecimiento.
Hotel Carmine, Piazza Carmine 16, Marsala (TP)
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(5) Ciacco Putia Gourmet , Via S. Cammareri Scurti 3, Marsala-TP
(frente Chiesa Purgatorio)


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