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viernes, 28 de noviembre de 2014

SICILIA-06: MARSALA - SELINUNTE - AGRIGENTO




JUEVES 16
Mazara del Vallo no figuraba en el cuaderno de ruta. Inicialmente había considerado su visita para esta etapa, pero, como ya he citado, la presión de la realidad me llevó a eliminar diferentes poblaciones (siempre quedaban como “plan B”). Y… menos mal, porque la salida de Marsala (después de un excelente desayuno, por cierto) nos encauzó hacia unos derroteros no previstos que, aún llevándonos a Selinunte, vía Castelvetrano, lo hicieron en más tiempo del tipificado (en el caso más duro). 

Siguiendo la “flecha” hacia esta población, circulamos por unas carreteras realmente curiosas, una de ellas, durante cerca de treinta kilómetros resultó ser muy estrecha y con un pavimento que casi te obligaba a cumplir el límite de 30 Km/h, cuando no desaparecía (literal) en un trecho. Pero simpática a tope, nos cruzamos solo con dos vehículos (2) y disfrutamos de otro paisaje, lomas y vaguadas suaves con campos de cultivo (viña, sobre todo y chumberas), algún cañaveral en el entorno de pequeñas charcas, casas de campo (bastantes abandonadas) y una pequeña construcción (2-3 m.), de nueva factura, de forma cilíndrica que se repetía junto a las citadas casas (incluso en algunas de las arruinadas). Lo único que lamento es no haber dispuesto de tiempo (Selinunte nos esperaba) para parar y escudriñar aquellos andurriales. La amabilidad de la gente palió el defecto de señalización para atravesar Castelvetrano.






El parque arqueológico nos impresionó por su tamaño. Aunque llevábamos el planito preparado, lo cierto es que no habíamos mirado la escala (en el supuesto de que la tuviera). También es verdad que con el calor (¡vaya otoño!) las distancias se dilatan. Pasamos por taquilla1 y nos dirigimos a la zona oriental;



allí estuvimos viendo los Templos E, F y G. Resultaba curioso ver los tres tan grandes, paralelos (orientados E-O) y tan próximos, realmente debieron constituir un santuario. Leímos que el G era octástilo (quizás por su enorme tamaño), cosa poco habitual en Sicilia, donde, al parecer, suelen ser hexástilos.

 


Buscando la sombra de la vegetación caminamos hasta la Acrópolis. Realmente impresionante. Fuimos ascendiendo la colina; entre los restos sobresalía un Templo (debe ser el D), erecto pero entablillado, encorsetado, daba un poco de pena verlo así, como a través de una persiana de lamas.

   

A mitad camino (bueno, calle o avenida), en la parte oeste, había un equipo trabajando en una prospección2 (arqueológica, parecía). 











Llegamos a lo alto, pasamos la Puerta Norte o Principal, nos sentamos en aquella zona que fue de fortificación y nos pusimos a leer (la guía y más3), observar y comentar.


Tres líneas de defensa indicaba poder, categoría y… riqueza; en pocos sitios quedaban tantos vestigios; una ciudad tan grande (¿qué población?), junto a un río y a la costa; un puerto (o dos, quizás),…





Comimos algo camino de Agrigento y, sin demora, fuimos directamente al Valle de los Templos





La disposición de éstos y el resto de las características del área arqueológica confieren a ésta un carácter especial. 

Tenías la sensación de pasear por un gran parque, en los aledaños de la ciudad pero en pleno el campo; un gran parque sembrado de templos, restos arqueológicos diversos, unos en pie, otros tumbados, pero todos sabia, artísticamente colocados.



 























Allí estuvimos hasta que anocheció (y vimos solo lo que vimos; ignoro cómo se puede visitar con menos tiempo). Realmente fascinante. 









Entramos en Agrigento de noche, la gente, muy cordial, nos indicó (a pesar de la calle principal cortada por la passeggiata) cómo llegar a nuestro destino. Francesco, dueño del hostal, con gran tranquilidad, solucionó el aparcamiento del coche (que yo, al más puro estilo siciliano, había dejado en una pequeña bocacalle taponándola totalmente), nos enseñó la casa y nos mostró las terrazas que dan nombre al establecimiento4 (ésta es la de la puesta de sol –ya no−, ésta la del Valle de los Templos –sin palabras−, ésta…).


Lo cierto es que no pudimos ver nada de la ciudad, solo la Via Atenea. En una travesía, buscando uno de los restaurantes recomendados por Francesco, encontramos un pequeño local5 de vinos con música de jazz clásico, pedimos un vino (nos cautivó el ambiente) y, después de la consabida tapa, continuamos con una tabla de quesos y salamis. Fue un buen broche para un día tan completo.



¡Buen fin de semana!, ¡buen fin de mes!
A todos, todos, ¡felicidad!



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(1) Aunque ya veníamos advertidos de que no había entrada reducida para la gente mayor, siempre preguntaba en la taquilla porque alguna página (sin actualizar, imagino) de la red sí lo predicaba. Por ejemplo,
 que informaba:
●Entrada: 6,00 €
●Entrada libre para los ciudadanos de la Comunidad europea con menos de 18 años o más de 65.
 


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(2) Resultaba estimulante ver que se trabajaba en arqueología, teniendo en cuenta lo que ha afectado la crisis a muchos aspectos sociales, el cultural especialmente.



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(3) Uno de los paneles informativos sobre los vestigios ofrecía el texto en varios idiomas (esta vez, también, en español) y en él se podía leer la palabra “adarve” (¡vaya nivel!), desconocida para mí, pero que capté su significado por el contexto.

La RAE nos dice:
adarve.
1. m. Muro de una fortaleza.
2. m. Camino situado en lo alto de una muralla, detrás de las almenas; en fortificación moderna, en el terraplén que queda después de construido el parapeto.
3. m. Protección, defensa.
4. m. En las antiguas ciudades musulmanas, callejón particular que daba acceso a las viviendas situadas en él y que se cerraba por las noches.
5. m. Calleja o callejón sin salida.
(La acepción 2 sería la de nuestro caso).





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(4) Terrazze di Montelusa B&B, Piazza Lena 6, Agrigento

El nombre del hostal se debe lógicamente a las varias terrazas que tiene y a la denominación con que se conoce a la ciudad de Agrigento en las novelas de Andrea Camilleri (las del comisario Montalbano, claro).

Una casa maravillosa y muy atento Francesco; los gatos limpios y muy suyos.


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(5) À PUTIÀ, Via Porcello, 18 (trav Via Atenea), Agrigento