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miércoles, 19 de noviembre de 2014

SICILIA-02: PALERMO.




DOMINGO 12
Nuestro segundo día en la ciudad. Nos lanzamos a la calle a conocer Palermo (un poco). Accedimos a la Piazza Indipendenza desde el Corso Alberto Amedeo (borde del Mercato delle Pulci) y el Corso Calatafimi. Admiramos los atlantes (“moros”) de la Porta Nova (extremo SO de Via Vittorio Emanuele).

Había misa en la Capilla Palatina por lo que la visita empezaba más tarde. Aprovechamos para conocer, allí cerca, San Giovanni degli Eremiti: una delicia, un balneario dentro de una ciudad tan estrepitosa, el pequeño claustro, ese jardín repleto de tal variedad de plantas, arbustos y árboles,... (muy interesante comprar entrada conjunta –voluntaria- para el claustro de Monreale).






El Palacio Real mantenía cerradas bastantes dependencias pero la Capilla Palatina colmó con creces nuestras expectativas: una maravilla en todos los sentidos. Estuvimos allí, con la guía en la mano, buscando y mirando hasta la fatiga de ojos y cervicales. 

















Salimos y continuamos por Villa Bonanno, la otra cara de Porta Nova parecía la cruz de la moneda. El panorama de la Catedral, visto desde la plaza, ofrecía aspecto de pirata con un gran parche en la izquierda de su faz: es lo que tienen las obras. No obstante nos dejó patente su majestuosidad y esa filigrana de la arquitectura normanda (realmente muy guapa).



Continuamos por la via Vittorio Emanuele mirando esos viejos palacios con muletas, las más de las veces, y que, a duras penas, se mantienen en pie por una inercia de siglos. Al principio nos apenaba verlos tan deteriorados, después íbamos buscando aquellos aspectos y detalles que, a nuestros ojos, los hacía distinguidos.





Paramos a reponer fuerzas en la terraza de un restaurante, a la sombra del emperador Carlo V, para continuar después con Quattro Canti, las espléndidas plazas Pretoria (¡vaya fuente!) y Bellini, con las iglesias de Santa Caterina, San Cataldo y la Martorana (estaba cerrada), la plaza Sant’Anna con la iglesia del mismo nombre.



Después de disfrutar de estos espacios, continuamos por aquellas callejas del barrio Kalsa, la iglesia de San Francesco d’Assisi (ornamentación interior muy barroca), enfrente tomamos un espresso y un cappuccino y, más adelante nos sorprendimos con un palacio que conservaba el curioso rótulo de “Hotel Patria” (*).



Alcanzamos la Piazza Marina, casi liberada de los puestos del mercadillo dominical, con la fontana del Garraffo, paseamos bajo los ficus centenarios (el mayor de Palermo, al parecer) antes de acercarnos a ver el palacio de Chiaramonte o Steri y la iglesia de Santa Maria della Catena, próxima a Porta Felice (el extremo NE de via Vittorio Emanuele) frente al puerto deportivo. Dimos un paseo por el Prato del Foro Italico (lleno de familias con niños disfrutando de la tarde dominical) hasta la Porta dei Greci y la Piazza della Kalsa (bastante triste por causa de su abandono).




Regresamos al hostal, descansamos unos minutos y salimos a tomar un vino (Butticè imposible, estaba a tope) y cenar. Elegimos un restaurantino-pizzeria cercano (**) que resultó ser muy agradable (buen servicio, simpática decoración y buena relación calidad/precio).



Esto continuará, seguro.
¡Hasta pronto!


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(*)El palacio, situado en el 104 de Via Alloro (Kalsa), data del S.XV. Con cambio de propietario, terremoto y reformas alcanza la mitad del S.XIX en que se convierte en el “Albergue Aragona”. A finales del citado siglo cambia a “Hotel Patria” hasta 1943 en que debe cerrar por los daños sufridos por los bombardeos de la 2ª guerra mundial. Siguieron años de abandono para convertirse (la planta baja) más tarde en una trattoria (“Stella”), hasta que comenzaron las obras de restauración (2000-2008): la Universidad de Palermo preveía convertirlo en residencia universitaria. En 2013, ante la no utilización del edificio, fue ocupado temporalmente por jóvenes universitarios con el fin de materializar un proyecto de autogestión. 



 

 



(**)Totò & Peppino # Via Villa Filippina,21 # Palermo. Rodeados por hermosos fotogramas de películas de los dos grandes actores, mientras espérabamos la comanda, comíamos un unos ricos bollinos calientes con los que nos obsequiaba el hornero.






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