MARTES 14
Mariano Stabile es una calle larga (Palermo tiene unas cuantas así) y, aunque nuestro hostal no estaba lejos de la misma, llegar
al otro extremo, tirando de las maletas por una acera muy irregular, bacheada
en tramos y bloqueada en otros, pareció un kilómetro, eso, larguísimo. Allí nos
esperaba “nuestro” coche. Salir de la capital con él no voy a decir que fue una
Odisea (los sobresaltos solo fueron para la copiloto), pero se hizo tan lento
como el viaje a Ítaca. Un detalle a recordar: en pocos kilómetros vi dos veces
la policía con el radar en la autopista, nunca más.
Segesta
nos recibió con calor (pensé en los turistas de verano). Cuando alcanzamos la
pequeña meseta donde se erige el templo griego, lo saludamos como a un conocido
jamás visto; después empezamos a acercarnos, rodearlo, tenderle la mano por
encima de la valla,… y todo, todo, sin dejar de mirarlo (de admirarlo).
Sentados
(lo habitual) en una roca, bajo un árbol, leímos, algo de historia y un poco de
arte, contamos las columnas, medimos sus diámetros y buscamos el efecto óptico.
También respiramos hondo (¡qué bien se está aquí!) y nos hicimos un
autorretrato (un selfie de esos), que, entre el gran angular y la sonrisa
forzada, reprodujo el rostro de “Netol” (*) (repetimos con otro más guay). Pero
tuvimos que levantar el campo porque aún quedaba visita.
Las ruinas sobre la colina (con las que
después nos amigamos, leímos los paneles, reconstruimos mentalmente con la
ayuda de los esquemas y contemplamos con deleite) nos hicieron presagiar
cualquier desgracia con el teatro. Se nos escapó un ¡ah! (que se convirtió en
un ¡oooh!) cuando alcanzamos la otra ladera: allí estaba él, con su koilon (graderío o cavea), la diazoma (pasillo circular superior), la orquestra (orchaestra), y el lugar donde
estuvo la skené (escena) Pero lo más extraordinario
(que me perdonen los especialistas) era su situación (estos griegos…), el panorama
que se divisaba desde la grada era ya un espectáculo en sí.
Bajamos caminando y aprovechamos la visión
del templo desde arriba: otro momento de goce.
La
idea era utilizar el funicular desde Tràpani para subir a Erice, pero el viento
no nos lo permitió. Ascendimos con el coche por aquel zigzag continuo hasta la Puerta
Tràpani (SO) de la ciudad que lleva el nombre de un hijo de Afrodita.
Cercana
a la costa, situada en la cima de un monte y de forma triangular, Erice
conserva toda una larga historia en sus casas, sus iglesias, su muralla, su
castillo y hasta en el cuidado empedrado de sus calles.
Por ellas anduvimos mirando sin tregua y respirando
ese aire que, desde siglos y siglos, queda atrapado en los viejos edificios de
palacios e iglesias, en los zaguanes de los campanarios y en las hornacinas de
los muros (aunque las hayan rellenado de imágenes sintéticas y luces de neón).
De la docena larga de iglesias que pueblan la
urbe, destaca el Duomo de la Asunción (conocida por Chiesa Madre y Chiesa Matrice)
que, con aspecto de fortaleza, se levanta muy próxima a la citada Puerta Tràpani.
Destaca su gran pórtico y sobre él un trabajado rosetón, así como el campanario
(exento, de planta cuadrada y muros lisos), que tiene todo el aspecto de torre
vigía.
Conseguí sorprender a C con unos
pastelillos de la tienda recomendada por todos (**). Los tomamos, con unos
cafés, en la terraza del Hotel que Maria Grammatico tiene próximo a la
pastelería (exquisitos).
Pudimos admirar el paisaje que circunda a
esta población (750 msnm) hasta que la oscuridad nos devolvió a Tràpani.
Aterrizamos en el hotel (***) y nos fuimos
a cenar. Con el mapa en la mano me encaminé hacia Calvino una pizzería muy ponderada en la red: cerrado, estaba
cerrado, esta vez no le proporcioné a C sorpresa agradable. Pasamos de los
restaurantes pomposos y encontramos mesa en una plazuela detrás del
Ayuntamiento. Nuestro paseo nocturno nos mostró hermosos edificios en la parte
vieja de la ciudad. Algunos son iglesias o han sido recuperados para servicios
públicos o privados, otros…
pero eso será "mañana".
A todos, felicidad; felicidad y suerte.
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(*)NETOL era un producto de limpieza,
en polvo, que se utilizaba, en los años 50, para porcelana, aluminio, cristal,
cuchillos, mesas, suelos, bañeras… (al menos eso decía la publicidad).
Posteriormente se comercializaba en forma de líquido para abrillantar y pulir metales.
La imagen publicitaria presentaba un mayordomo de rostro singular.
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(**)Pasticceria “Maria Grammatico”, Via
Vittorio Emanuele 14, Erice(TP)
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(***)Residenze “Le Chiavi di San
Francesco”, Via Tartaglia, 20, Tràpani
(Muy buen trato, buenas habitaciones, buen desayuno y estupenda situación)
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