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viernes, 20 de junio de 2014

CUANDO EL AMOR DE VERANO ES ETERNO (SI CON SABOR A FRESA Y CHOCOLATE, MEJOR)






GERMEN:

Todo empezó en el Taller. Fernando, como en otras ocasiones, nos puso como ejercicio un relato que recogiera en su texto dos palabras. Había seleccionado al azar cinco parejas que nos dictó: elegiríamos una de ellas e intentaríamos que la primera palabra se incorporara al principio del relato y la segunda hacia el final.

Así, con amorío y polo, nació este relato; el cual fue leído en público –aunque amistoso y afable, siempre público− con motivo del “Día Internacional del Libro”. Aquí va; espero que les (os) guste.  


CON SABOR A FRESA Y CHOCOLATE 



−Amorío, ese rapaz sufre un amorío.
−Por Dios, madre, si apenas tiene trece años
−Lo que yo te diga –incidió la abuela−; además, a esa edad tú también…
−¡Madre! …Y es diferente; a esa edad yo… ya era mujer.
Lito se sonrojó, a pesar de estar solo, oculto tras la puerta entreabierta. Con sigilo llegó hasta la ventana y por ella saltó a la huerta. Luego corrió a encontrarse con Lara, detrás de la Casa Grande.

“¡Hola!, ¡hola!”, saludos como el primer día, aunque, como distraídos, se cogían de la mano. No al principio, no; cuando llevaban un rato juntos. Caminaban por el borde de la acera; ella alegre saltando y triscando, él formalote para compensar o, quizás, porque se sentía obligado: era el varón. Al fondo, en la plazuela, se divisaba el carrito del helado. Lito metió la mano en el bolsillo y tocó algunas monedas.
−¿Quieres un helado?
−Sííí
−¿De…?
−Fresa y chocolate
El heladero dijo que no tenía helados de dos sabores. Lito le pidió uno de fresa y otro de chocolate. El hombre empezó a cortarlos pensando que iban a compartirlos. Lito le rogó si podía ahora laminar ambos por la mitad. El otro, sorprendido al principio, quedó admirado y con diligencia procedió a hacer lo solicitado; montó dos veces galleta-fresa-chocolate-galleta y ofreció los helados a la pareja junto con una sonrisa. Consumieron los helados sin prisa sentados en el bordillo, frente a la fuente. Al finalizar se lavaron manos y boca. Después pasearon por la zona. Al atardecer, camino de la Casa Grande, iban cogidos de la mano.



Así, tarde tras tarde, hasta que el cerdito quedó mudo. Un día el heladero, que captó  el problema, les llamó y les invitó. “Para mi cliente más listo”, dijo a media voz, cuando Lara ya había recogido su corte mixto.

El final / del verano / llegó”, cantaba el Dúo Dinámico (*), y la Casa Grande se había engalanado para la fiesta de despedida. El jardín parecía un hormiguero: unos montaban mesas, otros farolillos, alguien daba órdenes y el del sonido –“probando, probando”− reclamaba atención. Lara se presentó radiante con un vestido blanco de muselina rematado de encaje por cuello y hombros y, sobre todo, con una sonrisa preciosa. “Mi tío me ha dado dinero; ¿vamos a tomar un helado?”, dijo como saludo.

El heladero los vio venir más contentos que otras veces, incluso el muchacho parecía haber abandonado su formalidad. Hombre de oficio no se le escapó el detalle del trasiego entre ellos.
−¿Dos especiales de fresa y chocolate?
−Sí, por favor
−Aquí van. –Los cortes fueron muy generosos (en perjuicio de quien viniera después). Lito pagó.



Acudieron a su bordillo habitual y, como siempre, empezaron a comer muy despacio su helado y charlaron. Era su último día. Ella regresaría a la ciudad. Había que preparar las cosas para el nuevo curso, el colegio, las compañeras, sor Inés,… “Cierra los ojos” dijo Lito y, con esa fuerza impulsiva de los tímidos, le dio un beso. Lara sorprendida perdió el helado pero sujetó la cabeza de Lito y prolongó el beso. Regresaron silenciosos con las manos sudorosas de tanta presión. “Adiós, adiós” y continuaban quietos mirándose. Ninguno de los dos osaba marchar el primero. “Yo no sé / hasta cuando / este amor recordarás…” seguía machacando la  pareja musical del momento.
−“¡Laraaa!” −vocearon desde el interior rompiendo el encantamiento.
−¡Voooy! Tengo que entrar.
−Bueno, yo… ¡adiós! –dijo Lito con la voz quebrada. Y se le aguaron los ojos.
−Los hombres no lloran. –Le apretó una mano y corrió hacia el interior.

Aquella noche de fiesta hubo bronca en la Casa Grande: “Mira cómo te has puesto el vestido nuevo. Justamente hoy. No vuelvas a tomar helado de ese en toda tu vida”.

Acabó el verano. Al siguiente la Casa Grande permaneció cerrada. Lito acudía todos los días con el potrillo desbocado hasta doblar la última esquina; luego daba una vuelta –para disimular− hasta que las pulsaciones bajaban a su ritmo.

Pasaron más veranos, muchos. Manuel estudió enfermería –buena madre, buena abuela y… buen tío indiano−. Coordinador de la planta 9ª Sur, leyó un nombre en la lista de ingresos y preguntó al médico interno. “Llegó durante la noche. Doble mastectomía radical”, respondió éste. Y, cuando el enfermero, señalando la habitación asignada, insistió con la mirada, el otro agregó “metástasis ósea”.

−¡Buenos días! ¿Lara?
−¿Sí?
−¡Hola! –se le escapó con tono infantil. Y ella se sonrojó al reconocerlo.
−¡Hola! –respondió con similar tono. E instintivamente tiró del cobertor –que le llegaba al cuello− hacia arriba.
Si no fuera por las miradas, el diálogo podría haberse calificado como de ascensor. Terminó con un chispeante “helado de corte no, por Dios” en respuesta a la pregunta sobre el menú.



A la hora del almuerzo le trajeron la bandeja. Levantó la tapa y una sonrisa inundó su pálida faz: puré, pollo y… un singular polo de fresa y chocolate. Manuel llegó un poco después. Saludó. Retiró la bandeja con el puré y el pollo, bajó el respaldo, ahuecó la almohada, corrió la cortina y pinchó la medicación.
−Lito,… gracias
−Ahora a descansar –atinó a decir totalmente atragantado.
−Lito
−…
−Los hombres no lloran.
Salió, cerró la puerta con suavidad y, con el potro desbocado, llegó al servicio donde estalló en llanto. Había comenzado la sedación.


Mañana,
festividad de San Luis Gonzaga,
empieza el verano;
a todos, todos, feliz verano.
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(*)Manuel de la Calva (1937) y Ramón Arcusa (1936) integraron el Dúo Dinámico, el dúo musical español más famoso durante años. Fueron los pioneros del pop-rock en España, así como del fenómeno fan en los años 60 del siglo pasado. Además de intérpretes (300 grabaciones, al menos), fueron compositores (más de 800 canciones) y productores discográficos. Participaron con éxito en numerosos festivales de la época, llegando al cénit cuando en 1968 su canción “La, la, la”, interpretada por Massiel en el Albert Hall de Londres, quedó ganadora Festival de la Canción de Eurovisión.




Amor de verano(más conocida comoEl final del verano”) fue un éxito del año 1963

AMOR DE VERANO
El final
del verano
llegó,
y tu partirás,
Yo no sé
hasta cuándo,
este amor
recordarás.

Pero sé
que en mis brazos,
yo
te tuve ayer,
eso sí
que nunca,
nunca yo
olvidaré.

Dime dime dime dime amor
dime dime que es verdad
lo que sientes en tu corazón
si es amor en realidad.


Nunca nunca nunca nunca más
sentiré tanta emoción
como cuando a ti te conocí
y el verano nos unió.

El final
del verano
llegó,
y tu partirás,
Yo no sé
hasta cuándo,
este amor
recordarás.

Pero sé
que en mis brazos, 
yo
te tuve ayer,
eso sí
que nunca,
nunca yo
olvidaré,
nunca yo
olvidaré.




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Las fotografías, por orden, proceden de las páginas siguientes de Internet:

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