0.- ORIGEN
Como
comentaba en mi anterior hoja −De lospianos que brotan en los huertos y de las expectativas frustradas que generan−, me he
ido presentando a algunos concursos de microrrelatos y, fruto de esa
experiencia, incluyo hoy un par que versan sobre las lentejas y con una extensión máxima de 200 palabras.
1.- EL INGREDIENTE
IMPRESCINDIBLE
La
una: sonó la campana y el tajo paró. Julián, como de costumbre, acudió a
almorzar a “Casa Dora”, un mesón próximo. Por el camino iba pensando “lunes
lentejas, lunes lente-jas, lunes len-te-jas… con huevo duro. Maldito huevo duro
y maldita mesonera”.
Veinte
lunes repitiendo:
─No
me añadas huevo al cocido de lentejas, no me añadas huevo al cocido de
lentejas.
─Es
un ingrediente muy importante. Muy fresco, de mis gallinas ─respondía
Dora con cierta sorna, mientras no paraba de revolverlo dentro de la
legumbrera.
Él
odiaba aquel color folclórico nadando entre la tonalidad parda y seria, casi
monástica, de la lenteja.
Durante
la noche del jueves hubo jaleo en el gallinero del mesón. Quizás un perro que
se coló. Dos gallinas muertas, una decena medio desplumadas y el inicio de una
huelga de ponedoras.
Lunes,
hora del almuerzo. Rumbo a “Casa Dora”, Julián canta, más que recita: “Lunes
lentejas, lunes lente-jas, lunes len-te-jas y… sin huevo duro. ¡Vivan las
lentejas!”
Poco
después, la mesonera, mientras coloca una fuente sobre la mesa, con un tonillo
“in crescendo”, informa: ma-ca-rro-nes; no hay huevos… no hay lentejas.
2.-
LA ÚLTIMA CENA
Jesús
yacía tumbado sobre un jergón.
─¿Qué quieres
para cenar?
En otras
circunstancias la respuesta hubiera sido “cualquier cosa”. Aquel día su cabeza
era un picadero con mil recuerdos y todos trotaban alrededor de María, su
madre.
─…Lentejas,
lentejas estofadas con chorizo.
La luz,
cuarteada por la reja de la ventana, fue dibujando en el fondo del habitáculo.
Primero, un puchero humeante sobre la cocina de carbón. A continuación, una
pila de piedra cuyo grifo abierto dejaba caer palabras, enhebrando frases:
“…con poco
chorizo, apenas una punta, para no engrasar demasiado,
las
hortalizas bien picadas dan sabor y a la vista solo son puntos de color,
¡ah!,
no te olvides, media hoja de laurel,
un
poco de pimentón y…
sal,
la justa y al final”.
Pasó una
nube y borró la pizarra. Después, apareció la salita: una anciana sentada en
una silla de ruedas, rodeada de un charco de sangre donde flotaba un sobre del
Instituto Oncológico Regional.
Al
amanecer una pequeña comitiva, con Jesús en el centro, salió del edificio y
avanzó hasta el fondo del patio, muy iluminado. Allí esperaba un pelotón
comandado por un oficial.
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A todos, todos, ¡Feliz día del libro!
y... ¡Buenas noches!
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