JUEVES
23
El desayuno en nuestro B&B fue un tanto
singular: En el distribuidor de la primera planta, además de un pequeño
frigorífico (con leche y zumos) y una cafetera de cápsulas, había fruta,
cereales, cacao, platos, tazas, cubiertos y similares. Allí nos dejaban por la
mañana tres bandejas, con el nombre de cada habitación, con pan, bollos,
mantequilla y confitura y cada cual desayunaba en su dormitorio. Lo cierto es
que no era muy allá, el género era bastante industrial.
Habida cuenta la fallida excursión a Stromboli, decidimos adelantar la visita
prevista para el día siguiente. Salimos de Milazzo por la autopista A20 hacia el Oeste con
dirección a Cefalù. El cielo estaba
oscuro y empezó a llover no mucho después de aparcar el coche en un ensanche
del lungomare, junto a la playa. Nos
adentramos en la red de callejuelas tejida siglos atrás. Es lo que le da
encanto a este pueblo, lástima lo “turistizado” que se encuentra (tienda de
“souvenirs”, restaurante, hostal, tienda, comida para llevar, kiosko,
restaurante,…).
Al
poco de iniciar nuestro recorrido, contiguo a un portal de la Via Vittorio
Emanuele, encontramos el cartel de Lavatoio
Medievale. Cruzar el umbral y a la derecha, grabado sobre una piedra, en
latín, pudimos leer, pura poesía: "Aquí fluye Cefalino, más saludable que
cualquier otro río, más puro que la plata, más frío que la nieve".
Bajamos una escalera curva (conocida como a lumachella) y fuimos perdiendo el
ruido de la calle; solo se oía el murmullo del agua cuando vimos un precioso
lavadero público alimentado por un montón de caños, parte cubierto por una
bóveda y parte al aire libre.
La huella
musulmana era patente. Al parecer, su estilo estaba muy relacionado con el
sículo normando, aunque el arco gótico era posterior. Las pilas estaban excavadas en la roca y se había utilizado hasta unos
lustros antes, en que se restauró para uso turístico (1991) El Cefalino
aporta el agua y desemboca, a pocos metros, en el Tirreno. No falta la leyenda:
este riachuelo fue generado por las lágrimas incesantes de una ninfa,
arrepentida de haber castigado con la muerte la traición de su amante.
La
catedral, del más puro estilo normando, es la joya de Cefalú. La primera
impresión, al acceder a la plaza donde está situada, es la de estar frente a
una fortaleza, tal es su aspecto exterior con las dos torres de sección
cuadrada y un muro almenado. Impresiona y gusta, transmite buenas sensaciones.
El interior, mayor de lo imaginado, nos muestra la planta en cruz latina, dos filas de espléndidas columnas delimitando las tres naves y lo más esperado, la gran superficie tachonada de mosaico bizantino donde destaca el Pantocrátor. A pesar de la inmensa fama que le antecedía no defraudó ni un ápice.
Visitamos también el claustro, no era el de
Monreale pero tenía su encanto (con la entrada te facilitaban una lista de los
motivos esculpidos en los capiteles de las columnas pareadas).
El paseo por la población conllevó, aparte
de admirar emblemáticos edificios, visitar la playa y la zona donde las olas
embestían contra las rocas y la parte trasera de los edificios.
Estuvimos pisando el escenario de algún
fragmento de Nuovo Cinema Paradiso1, la exquisita película de Tornatore
con música de Morricone, tan premiada a nivel internacional.
Una placa
municipal de unos meses antes, con la excusa del 25º aniversario del Óscar a la citada película, viene a
celebrar la difusión, por parte de la misma, del carácter poético de lo
siciliano. Hay que reconocer que el director eligió un sitio espléndido que
cumplió satisfactoriamente con su cometido.
Compramos vino, pizza y similares y comimos sentados en un banco de cara al mar. Muy agradable.
De
regreso a Milazzo, preguntamos por nuestro "vicio" y la patrona del hostal nos
indicó un sitio2 que también
era restaurante. Tomamos allí un vino (con las tapas habituales) y,
encontrándonos a gusto, decidimos quedarnos a cenar. Buen ambiente (música
clásica de fondo, por ejemplo) y buena cocina (caro como de costumbre).
VIERNES
24
La fallida excursión a las Islas Eolias,
por causa del temporal, produjo un hueco que rellenamos con el plan B: una
tranquila excursión a Tindari. Este
pueblo, que no queda muy lejos de Milazzo, es famoso en Sicilia por el templo que
posee: “El Santuario de la Virgen Negra”. Amén de las ruinas griego-romanas de
la antigua “Tindaris”, situadas sobre la colina donde se levantó aquél.
El acceso a la cima de la montaña estaba
prohibido para los turismos: un parking donde dejar el coche y un microbús, con
una cadencia de tres viajes por hora, lo facilitaban.
El
actual edificio de la basílica, que carece de mucho atractivo, debió
construirse sobre uno más antiguo y muy fortificado que guardaba ya la imagen
de la Virgen María con el Niño Jesús. La veneración por esta Virgen en Sicilia ocasiona
que este lugar se convierta en objetivo de múltiples visitas y peregrinaciones3.
Además, pesa mucho la circunstancia del
color de la escultura: entra en la colección de Vírgenes Negras4 de Europa. “Nigra sum, sed Formosa” (Negra soy, pero
hermosa)5 reza al pie de
la imagen. La tradición habla de una penetración de esta cultura de oriente
hacia occidente. En nuestro caso, la imagen, datada en la edad media, fue
tallada en madera de cedro en (al parecer) Siria.
Después nos acercamos a las ruinas greco-romanas. Yo había pensado que tendrían acceso libre, por lo que me sorprendió el elevado costo de la entrada (comparado con las de Siracusa, por ejemplo). Esto, junto al hecho de que empezó a llover, motivó que no accediéramos al recinto.
Nos
dedicamos a observar los vestigios que permanecían a nuestra vista y, sobre
todo, a admirar el paisaje que la colina ponía a nuestros pies, a pesar de los
nubarrones tachonando el cielo (y de los chaparrones que nos cayeron encima). Hacia
el Este la costa del Tirreno se extendía hasta el cabo Milazzo, con una lengua
de tierra en primer plano; hacia el Oeste el extremo del golfo de Patti.
Bajamos hasta este núcleo urbano, verdadera
población vacacional playera, donde tomamos un vino, primero, y almorzamos, después. Aprovechamos que no llovía para darnos un paseo por el lugar, bastante
desangelado, por cierto: no debía ser ni el día ni la época adecuados.
De regreso a Milazzo, aprovechamos para
descansar un poco y salir a pasear por la población. Localizamos un local6 encantador donde nos
relajamos tomando un vino. La música congeniaba muy bien con la decoración, a
base de viejas fotografías. La sensación de bienestar se superó, aún más,
cuando la enlatada dio paso a la música en directo. Resultó muy agradable después
de un día en que la lluvia había alterado un tanto nuestra actividad. Habíamos
comprado embutido y queso muy apetitosos, pan de semillas y, camino del hostal,
pillamos abierta la tienda de vinos…: una rica cena.
Hemos continuado y
seguiremos hasta el final.
¡Ya falta poco!
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(1) Nuovo Cinema Paradiso es una película italiana de 1988. Giuseppe
Tornatore, director y guionista, logró una verdadera obra maestra con este
drama situado en la Italia de posguerra. Con una delicadeza exquisita hace toda
una declaración de amor al séptimo arte. (chapeau!).
Tanto la película, como el director, el
actor principal (Philippe Noiret) y la banda sonora (Morricone) lograron
diversos premios internacionales, incluido el Óscar 1989 a la mejor película de
habla no inglesa.
He aquí el tema musical y los últimos
minutos de Nuovo Cinema Paradiso.
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(3) Incluso Andrea Camilleri, en una
de las novelas protagonizadas por Montalbano, La gita a Tindari (Excursión a Tindari), utiliza de alguna manera
esta advocación siciliana.
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(4) Son muchos los países europeos
occidentales que cuentan con imágenes negras de la Virgen. También en España:
Montserrat, Lluch, Guadalupe,…
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(5) Los “Hermanos Hospitalarios de San
Antonio” fue una orden muy activa en la propagación de la devoción a las
Vírgenes Negras. Los Templarios, protectores del Camino de Santiago, crearon
una gran vocación por las romerías a los santuarios donde se veneraba una
Virgen Negra (se creía que eran centros de energía)
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(6) PICNIC # Via Alessandro Manzoni,
24 # Milazzo (ME)
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