1.- La rememoración:
Los
últimos años he tomado mis vacaciones en septiembre (anteriormente en agosto) y
siempre vengo a mi patria chica en el Mediterráneo valenciano. Una de las cosas
que me atraen de esta tierra es la fruta clásica de temporada, la que recuerdo
de mi niñez, la que encontraba por los campos donde correteaba, durante
aquellas largas vacaciones estivales que pasaba en la casa familiar situada en
medio de los naranjales. Fruta natural, madura, sana, jugosa, sabrosa, dulce, ácida,…:
ciruelas, manzanas, melocotones, melones, sandías, uvas, tunos e… higos; sobre
todo higos.
Recuerdo
aquellas pequeñas excursiones con mis hermanas, provistos de cestos y tenazas,
hasta el otro lado del río Vernisa para regresar cargados de higos chumbos; en
el camino de vuelta, para eliminar espinas de los tunos, aprovechábamos la
existencia de una gran acequia, introduciendo las cestas de caña en la
corriente de la misma: aquellas inmersiones lograban limpiar de espinas la piel
de la fruta pero no la nuestra, que debía esperar la atención y cuidado de
nuestra madre que, al llegar a casa, nos untaba con aceite manos y brazos.
También
algunas correrías, junto con otros niños del contorno, que, después de llevar a
bañarnos en acequias o charcas del río, podían acabar en reuniones fumando
cigarrillos debajo de un algarrobo o en algún melonar o sandial de la zona en alegre
comunión, catando y calificando cosechas.
Fue
el momento de conocer el sabor ácido y dulce de una variedad de manzana,
pequeña, roja y de crujiente morder. También de aprender a diferenciar el
perfume de los melocotones de secano de los de regadío, la uva moscatel de
otras variedades, que iban introduciéndose por ser más resistentes pero nunca
tan sabrosas y dulces como aquélla. Y de los higos…, de los higos tomar las
primeras clases: elemental, básica, intermedia y un poco de la superior –que
ahora, muchos años después, me gustaría terminar antes de zambullirme en un
“máster”-.
2.-
El deleite:
Para
mí, pocos placeres del paladar superan al de comer higos en sazón; uno de ellos
es el de saborearlos, recién cogidos, debajo de la higuera. Ya se sabe que
ciertos preámbulos incrementan el placer –lo prolongan por delante, diríamos-.
Los mejores higos se cogen de mañanita, con las gotas del rocío perlando la
higuera; se prepara el “cop”, práctico artilugio que facilita la recolección(*),
y la cestilla, capacillo u otro adecuado contenedor, los higos se van
depositando, por tongadas, encima de capas de hojas de higuera (la primera capa
tapiza, con los bordes hacia arriba, el fondo de la cestilla, encima se coloca
la primera tongada de higos, sobre ésta se pone un nuevo tapiz de hojas de
higuera y así sucesivamente) para evitar que se machaque la fruta. La más
selecta se reserva para la última tongada, la que vamos a comer ”in situ”; un
trozo de pan y la bota de vino pueden complementar el desayuno.
El
deleite que proporciona esta fruta ha sido objeto de los más espléndidos
calificativos por parte de personas de todo nivel cultural y social, además de
hermosos poemas, cuidados textos, precisas citas,… a lo largo de toda la
literatura, desde antiguos escritos, como “Las mil y una noches” o la Biblia,
hasta autores modernos, como la poeta guatemalteca Carmen Matute(**).
3.-
El diccionario:
Nos
facilita estas definiciones:
·
Higuera (del latín ficaria),
árbol de la familia de las Moráceas, de mediana
altura, madera blanca y endeble(*), látex amargo y astringente. Tiene hojas
grandes, lobuladas, verdes y brillantes por encima, grises y ásperas por abajo,
e insertas en un pedúnculo bastante largo, flores unisexuales, encerradas en un
receptáculo carnoso, piriforme, abierto por un pequeño orificio apical y que,
al madurar, da una infrutescencia llamada higo.
·
Higo (del latín ficus), segundo fruto, o el más tardío, de la higuera. Es blando, de
gusto dulce, por dentro de color más o menos encarnado o blanco, y lleno de
semillas sumamente menudas; exteriormente está cubierto de una piel fina y
verdosa, negra o morada, según las diversas castas de ellos. Una segunda
acepción (en lenguaje vulgar)
para el WordReference es la de vulva.
4.- Ampliando:
La corteza del árbol es lisa y de color grisáceo.
Las hojas son caducas, de 12 a 25 cm de largo y 10 a 18 cm de
ancho y formadas por 3 o 5 lóbulos. Es un árbol longevo que tiene un crecimiento
lento durante los primeros años. Suele proporcionar fruta a partir del quinto
año y tiene capacidad para crecer en terrenos duros y difíciles: no resulta
extraña la presencia de higueras en roquedales, muros de piedra, viejas ruinas,
etc. El desarrollo de sus raíces es temido por mover los suelos donde están
situadas y llegar a alcanzar grandes longitudes en busca de humedad.
Algunas higueras, llamadas breveras o bíferas,
producen dos cosechas al año: en junio las brevas(***) y los higos a finales de
agosto y principios de septiembre. Las brevas son higos que no han llegado a
madurar en otoño conservándose en estado latente sobre madera vieja del año durante
el invierno, alcanzando su madurez en la primavera siguiente. Las higueras que
sólo proporcionan una cosecha anual (agosto/septiembre) son llamadas higueras
uníferas.
Son muchas las variedades de los higos.
________________________________________
(*)Un viejo consejo
recomienda no trepar a las higueras y, en caso de hacerlo, asegurarse mucho de
las ramas sobre las que uno se apoya, dada la fragilidad de su madera. Entre
las historias que se cuentan está aquélla en la que Judas Iscariote muere al
golpearse contra el suelo por romperse la rama (no la cuerda) de la higuera de
la que se ahorcó.
___________________________________________
LAS MIL Y UNA NOCHES (Tomo IV) - Y cuando llegó la 672ª noche…
LOS HIGOS
¡Oh blancos, oh negros, oh higos bienvenidos a mis bandejas!
¡me gustáis tanto como las blancas vírgenes de Grecia, tanto como las ardientes
hijas de Etiopía!
¡Oh amigos míos predilectos! estáis tan seguros de los
deseos tumultuosos que me asaltan a vuestra vista, que tomáis una actitud
descuidada, ¡oh perezosos!
¡Tiernos amigos, arrugados ya por las desilusiones en las
ramas altas que os balancean a merced de todos los vientos, sois dulces y
olorosos como la flor seca de la manzanilla!
¡Y entre todos vuestros hermanos, sólo vosotros ¡oh jugosas!
sabéis dejar brillar, en el momento del deseo, la gota de jugo hecha con miel y
sol!
La BIBLIA (Números 13,27):
Y les
contaron diciendo: Nosotros llegamos a la tierra a la cual nos enviaste, la
cual ciertamente fluye leche y miel. Este es el fruto de ella. (Mostraron uvas, granadas e higos –Números 13,23-).
PROPUESTA DEL HIGO (Carmen Matute)
Te propongo
la dulzura del higo,
su carne sonrosada,
replegada y húmeda
como un animal marino.
la dulzura del higo,
su carne sonrosada,
replegada y húmeda
como un animal marino.
Goza el misterio de este fruto,
su textura de molusco,
su íntimo tamaño.
Tersa,
su pulpa
apremiará el deseo
de tu lengua.
su textura de molusco,
su íntimo tamaño.
Tersa,
su pulpa
apremiará el deseo
de tu lengua.
Te propongo
las delicias del higo.
Muerde su violado,
desamparado centro,
prueba de nuevo -empecinado-
su carne
que guarda mieles y diluvios.
las delicias del higo.
Muerde su violado,
desamparado centro,
prueba de nuevo -empecinado-
su carne
que guarda mieles y diluvios.
Las delicias y dulzura del higo
-pequeño y desbordado-
tan sólo te propongo.
Que tu boca profunda
se demore
en el dulzor secreto,
que asalte con lentitud
su carne desvelada.
-pequeño y desbordado-
tan sólo te propongo.
Que tu boca profunda
se demore
en el dulzor secreto,
que asalte con lentitud
su carne desvelada.
Deja que a tu paladar
traiga la memoria
de sabores primitivos.
traiga la memoria
de sabores primitivos.
Continuará [entre otras cosas, falta (***)]
A todos, buenas noches, felices sueños.
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