MIÉRCOLES
22
Después de un simpático desayuno, cuya
principal culpable fue Engrazia, nuestra encantadora posadera, y que
compartimos con una pareja francesa que trabajaba en la CE y hablaba español, dejamos
Catania y arrancamos
hacia el Etna. Nuestro primer
objetivo era llegar a Nicolosi y
desde allí al Rifugio Sapienza, cosa
que logramos después de salir de Catania (por la Tangenziale) siguiendo la indicación “Paesi Etnei” y, más adelante la salida de Gravina. A partir de este punto las indicaciones fueron más directas.
Una vez en el refugio, aparcamos e
incrementamos nuestra ropa de abrigo. El servicio del funicular está muy bien
organizado, todo son facilidades: solo hay que hacer cola (hay varias) y pagar
(de cualquier manera), sobre todo pagar. Hay varias opciones:
a) Subir caminando
(para los fuertes que disponen de mucho tiempo)
b) Subir en teleférico
(para el resto de mortales) previo pago de 30€, desde la cota 1928m. hasta la
instalación La Montagnola (2504m.)
c) Desde este último
punto continuar la ascensión caminando
d) Desde La Montagnola parten autobuses
todoterrenos que pueden llevarte, a través de antiguos cráteres, hasta la cota
2900m (previo pago de otros 30€, incluyendo 9€ obligatorios de guía).
Es un tanto abusivo el servicio, pero es lo
que tiene el aire puro del Etna…
Bien, nuestro amor a las cuestas (las
pronunciadas, sobre todo) y el factor tiempo nos empujó a las opciones b+d. Lo
cierto es que la experiencia fue muy gratificante y el paisaje único (lo
absorbimos a tope, hasta el último euro invertido). El buen tiempo nos acompañó
en la excursión (cosa que debió torcerse esa misma tarde), aunque el viento, al
parecer siempre presente, nos dificultaba avanzar en algunos tramos.
El tramo en bus todoterreno fue muy
interesante y el paseo a la cota superior estupendo, puro espectáculo al
natural. El material volcánico, de granulometría variada, había sido conformado
por los meteoros reinantes a aquella cota en suaves superficies curvas tanto
cóncavas como convexas y la diferente composición química de la roca quedaba
plasmada en la coloración de la misma.
El paisaje, a pesar de la lejana neblina,
era impresionante; además, en cualquier dirección: era el punto más alto de la
isla.
En el ascenso de la primera fase tuvimos
por compañeros de cabina una pareja francesa muy agradable (él hablaba algo de
español), que luego continuó a pie. En el descenso coincidimos con dos
japonesas que se hartaron de hacer fotos a través de las ventanillas de
plástico (súper rayado) de la cabina y no soltaron ni un “good morning”.
Al llegar abajo, no quedaba más que tomar
un café en Rifugio Sapienza, aligerar
el abrigo y arrancar en busca de la A18, Catania-Messina, para dirigirnos a Milazzo.
Por el camino paramos a comer un bocata y la entrada a esta población y la
localización de nuestro hostal1
no fueron tan rocambolescas como otras veces.
Después de tomar posesión de nuestra
habitación, confirmamos que para el día siguiente no teníamos barco para Stromboli: el estado de la mar no
permitía algunas travesías y en el caso de otras no garantizaba el regreso.
Habíamos recibido un correo electrónico de la naviera, donde habíamos reservado
una excursión a la cita isla, advirtiéndonos de la anulación de la misma.
Aprovechamos la tarde para conocer el Cabo
Milazzo. A pesar del tiempo (nublado) disfrutamos de un agradable paseo por ese
extremo de la isla (zona NE), verdadero apéndice que se incrusta en el Tirreno.
En la bahía de San Antonio, empotrado en la roca del acantilado (seguro que se
aprovechó una antigua gruta) y mirando al mar, se encuentra el pequeño
santuario de san Antonio de Padua. Se accede bajando por una escalera y pudimos
visitarlo antes de que el “portero” acabara su jornada y cerrara. Es un lugar
apacible dotado de una belleza serena.
Fuimos
caminando por esta Reserva hasta entrar en un campo de olivos y, después, en
una zona de matorral mediterráneo.
Admiramos el panorama desde “el Faro” y los
diferentes accidentes orográficos con sonoros nombres: Punta Mazza, Punta Gamba di Donna,
Punta Messinese, la Portella… hasta alcanzar la Piscina de
Venus (entre varias con agua marina, al pie del acantilado). Disfrutamos mucho
a pesar de las nubes y el viento.
De regreso al centro de la
población nos detuvimos en una zona del Lungomare
Garibaldi (Pº Marítimo) lleno de barcas de pesca, muchas de ellas varadas
en la playa gracias a la tracción realizada por pequeños cabrestantes anclados en
tierra. Los jardines albergaban un pequeño santuario al aire libre donde un
Cristo crucificado hacía pareja con un Padre Pío (en hornacina de ladrillo) en
la guardia de un pequeño altar con Virgen y Espíritu Santo. Todo muy mezclado y
quizás algo kitsch.
Por la noche paseamos por el
puerto y fuimos a cenar a un restaurante2
próximo.
Después de este largo paréntesis,
el "viaje" por Sicilia ha continuado y...
continuará.
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(1): L'ALBERGHETTO B&B # Via
Umberto I, 208 # Milazzo (ME)
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(2): AL MARINAIO # Largo Buccari, 4 #
Milazzo (ME)
La anécdota: Al entrar vimos en una
mesa a seis o siete personas cenando, con cara de placer, espaguetis con
mejillones (con una pinta…). Al no ver el plato en la carta pregunté.
Dijéronnos que sin problemas. Pregunté el precio. La jefa de sala, cogió la
carta y señaló el plato de espaguetis con almejas. Le dije que no era lo mismo
y no podía cobrarme lo mismo. Me miró con cara de odio (creí que iba a tirarnos
a la calle), recapacitó un momento y me dijo que cobraría un euro menos. Pensé
unos segundos (total, no iban a ser almejas de Carril…) y acepté. Cocinaban
bien.
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