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lunes, 10 de agosto de 2015

SICILIA-10: CATANIA – ETNA – MILAZZO

MIÉRCOLES 22



Después de un simpático desayuno, cuya principal culpable fue Engrazia, nuestra encantadora posadera, y que compartimos con una pareja francesa que trabajaba en la CE y hablaba español, dejamos Catania y arrancamos hacia el Etna. Nuestro primer objetivo era llegar a Nicolosi y desde allí al Rifugio Sapienza, cosa que logramos después de salir de Catania (por la Tangenziale) siguiendo la indicación “Paesi Etnei” y, más adelante la salida de Gravina. A partir de este punto las indicaciones fueron más directas.


Una vez en el refugio, aparcamos e incrementamos nuestra ropa de abrigo. El servicio del funicular está muy bien organizado, todo son facilidades: solo hay que hacer cola (hay varias) y pagar (de cualquier manera), sobre todo pagar. Hay varias opciones:
a)    Subir caminando (para los fuertes que disponen de mucho tiempo)
b)    Subir en teleférico (para el resto de mortales) previo pago de 30€, desde la cota 1928m. hasta la instalación La Montagnola (2504m.)
c)    Desde este último punto continuar la ascensión caminando
d)    Desde La Montagnola parten autobuses todoterrenos que pueden llevarte, a través de antiguos cráteres, hasta la cota 2900m (previo pago de otros 30€, incluyendo 9€ obligatorios de guía).

Es un tanto abusivo el servicio, pero es lo que tiene el aire puro del Etna…





















Bien, nuestro amor a las cuestas (las pronunciadas, sobre todo) y el factor tiempo nos empujó a las opciones b+d. Lo cierto es que la experiencia fue muy gratificante y el paisaje único (lo absorbimos a tope, hasta el último euro invertido). El buen tiempo nos acompañó en la excursión (cosa que debió torcerse esa misma tarde), aunque el viento, al parecer siempre presente, nos dificultaba avanzar en algunos tramos.















El tramo en bus todoterreno fue muy interesante y el paseo a la cota superior estupendo, puro espectáculo al natural. El material volcánico, de granulometría variada, había sido conformado por los meteoros reinantes a aquella cota en suaves superficies curvas tanto cóncavas como convexas y la diferente composición química de la roca quedaba plasmada en la coloración de la misma. 



















El paisaje, a pesar de la lejana neblina, era impresionante; además, en cualquier dirección: era el punto más alto de la isla.



















En el ascenso de la primera fase tuvimos por compañeros de cabina una pareja francesa muy agradable (él hablaba algo de español), que luego continuó a pie. En el descenso coincidimos con dos japonesas que se hartaron de hacer fotos a través de las ventanillas de plástico (súper rayado) de la cabina y no soltaron ni un “good morning”.

Al llegar abajo, no quedaba más que tomar un café en Rifugio Sapienza, aligerar el abrigo y arrancar en busca de la A18, Catania-Messina, para dirigirnos a Milazzo. Por el camino paramos a comer un bocata y la entrada a esta población y la localización de nuestro hostal1 no fueron tan rocambolescas como otras veces.

Después de tomar posesión de nuestra habitación, confirmamos que para el día siguiente no teníamos barco para Stromboli: el estado de la mar no permitía algunas travesías y en el caso de otras no garantizaba el regreso. Habíamos recibido un correo electrónico de la naviera, donde habíamos reservado una excursión a la cita isla, advirtiéndonos de la anulación de la misma.


Aprovechamos la tarde para conocer el Cabo Milazzo. A pesar del tiempo (nublado) disfrutamos de un agradable paseo por ese extremo de la isla (zona NE), verdadero apéndice que se incrusta en el Tirreno.

En la bahía de San Antonio, empotrado en la roca del acantilado (seguro que se aprovechó una antigua gruta) y mirando al mar, se encuentra el pequeño santuario de san Antonio de Padua. Se accede bajando por una escalera y pudimos visitarlo antes de que el “portero” acabara su jornada y cerrara. Es un lugar apacible dotado de una belleza serena.


Fuimos caminando por esta Reserva hasta entrar en un campo de olivos y, después, en una zona de matorral mediterráneo.









Admiramos el panorama desde “el Faro” y los diferentes accidentes orográficos con sonoros nombres: Punta Mazza, Punta Gamba di Donna, Punta Messinese, la Portella… hasta alcanzar la Piscina de Venus (entre varias con agua marina, al pie del acantilado). Disfrutamos mucho a pesar de las nubes y el viento.




















De regreso al centro de la población nos detuvimos en una zona del Lungomare Garibaldi (Pº Marítimo) lleno de barcas de pesca, muchas de ellas varadas en la playa gracias a la tracción realizada por pequeños cabrestantes anclados en tierra. Los jardines albergaban un pequeño santuario al aire libre donde un Cristo crucificado hacía pareja con un Padre Pío (en hornacina de ladrillo) en la guardia de un pequeño altar con Virgen y Espíritu Santo. Todo muy mezclado y quizás algo kitsch.

Por la noche paseamos por el puerto y fuimos a cenar a un restaurante2 próximo.

Después de este largo paréntesis,
el "viaje" por Sicilia ha continuado y...
continuará.

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(1): L'ALBERGHETTO B&B # Via Umberto I, 208 # Milazzo (ME)








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(2): AL MARINAIO # Largo Buccari, 4 # Milazzo (ME)

La anécdota: Al entrar vimos en una mesa a seis o siete personas cenando, con cara de placer, espaguetis con mejillones (con una pinta…). Al no ver el plato en la carta pregunté. Dijéronnos que sin problemas. Pregunté el precio. La jefa de sala, cogió la carta y señaló el plato de espaguetis con almejas. Le dije que no era lo mismo y no podía cobrarme lo mismo. Me miró con cara de odio (creí que iba a tirarnos a la calle), recapacitó un momento y me dijo que cobraría un euro menos. Pensé unos segundos (total, no iban a ser almejas de Carril…) y acepté. Cocinaban bien.


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