MARTES 21
Salimos de Ortigia, cruzando uno de los
puentes para entrar en “tierra firme”. Seguíamos en SIRACUSA y nos dispusimos a visitar el Parque Arqueológico de la Neapolis.
Primero tuvimos que aparcar (zona azul por
si acaso), buscar los tiques y sacar las entradas; para ello hay que
“perseguir” la indicación de la biglitteria,
porque te hacen recorrer toda el área comercial para turistas antes de alcanzar
el objetivo.
La
historia de esta ciudad, griega, durante siglos, y después romana, queda muy
bien reflejada en esta zona.
Un
anfiteatro romano de grandes dimensiones, de los mayores que nos ha dejado Roma
(que pillamos parcialmente en obras, cómo no).
Un
altar de sacrificios (el Ara de Geron o Hieron) de ¡200! metros de largo.
Un
teatro griego fabuloso, en un envidiable estado de salud.
Teatro
que, según la Historia tuvo una gran actividad artística y social, muy cercana a
la del de Atenas.
Siempre me admira esa cualidad (aparte de
la arquitectura general y de detalle, de la sonoridad,…) de los teatros griegos
que es su ubicación: además de que se buscaran laderas que facilitaban la
ejecución de la obra (excavación de la cavea, muros de sostenimiento y cierre),
se elegía una orientación que ofrecía un panorama espectacular; el mar, en el
caso de Siracusa, es un ejemplo maravilloso.
En la parte superior el final del acueducto
romano que traía agua a la ciudad.
Antiguas canteras (latomias) que generaron cuevas en el macizo rocoso; entre ellas la
famosa “Oreja de Dionisio” que, debido a su especial sonoridad, sirve de
escenario para todos los turistas aficionados al canto o… al berrido.
Nuestra próxima estación nos esperaba,
debíamos abandonar Siracusa la hermosa con muchas cosas sin ver, pero…
Llegamos a CATANIA y peleamos un poco para alcanzar nuestro hostal1 Tuvimos que atravesar la
zona del mercado La Pescheria (ya
finalizada su labor, claro) y atacar la Via
del Plebiscito (eterna y llena de vueltas) con un tráfico… bueno, el
típico.
Después de instalarnos, con mucho apetito
porque era tarde, fuimos a comer algo. Pillamos unos arancini de muerte en una cafetería2 de Via Etnea.
Plano y guía en la mano, por la citada via
hacia el mar (sentido Norte-Sur), comenzamos a patear esta ciudad hasta la
noche.
La
primera plaza que encontramos es la de Stesicoro con los restos del Anfiteatro
Romano a la izquierda y la iglesia de San Biagio detrás. El cruce con Via
Antonino di Sangiuliano conforma los Quattro Canti, a imagen de Palermo.
Más hacia el Sur se abre la Plaza de la
Universidad con dos palacios, Sangiuliano,
a la izquierda y el de la Università,
realmente espléndido, enfrente; cuatro artísticas farolas, similares pero
diferentes y próximas a las esquinas, destacan como mobiliario urbano.
La Plaza
de la Catedral, en la zona derecha, alberga el palacio de los Elefantes (sede
del Ayuntamiento), en su frente el palacio de los Clérigos y más a la derecha
la fuente de los Amenanos (muy guapa aunque un poco esquinada).
En el
centro, el símbolo de Catania, la Fuente del Elefante3, orgullo de sus habitantes. A lomos de un elefante
negro, plantado sobre un pedestal blanco, se erige un obelisco gris que soporta
la bola del mundo y una cruz. Me gustó mucho, aunque no me atreví a compararla,
en voz alta, con la escultura romana de Bernini.
La zona izquierda está dominada por la Catedral.
A su izquierda la iglesia Abadía de Santa Ágata y en su entorno varios
palacios, el arzobispal entre ellos, y las termas Achilliane. La puerta Uzeda
se ubica al final de la calle Etnea.
Hacia el Oeste el Teatro Griego (invisible
e inaccesible por el horario) y más iglesias (impresionantes algunas) en la
plaza San Francisco de Asís y la Via
Crociferi. (La de San Francisco de Borja, convertida en museo, no conserva
ninguna imagen del ilustre paisano).
Todavía tomamos un vino antes de ir a cenar,
pero no fue en una putià, ni en una vinatería, ni en una enoteca, no, fue… una
cosa de compromiso4. Cuando
acabamos de cenar vimos un local con muy buena pinta5, un poco tarde, pero si le sirve a alguien.
Esto continuará.
Para todos, felicidad
(aunque sea Navidad),
felicidad y suerte.
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(1) Catania Bedda B&B, Via Etnea 502, Catania
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(2) Pasticceria Savia, Via Etnea 302 (esquina con Via Umberto), Catania
(Helados y pasteles de infarto.)
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(3) El monumento es obra de Giovanni
Battista Vaccarini (1736) que utilizó, como
elementos fundamentales, un elefante esculpido en roca volcánica y un obelisco.
El conjunto podría hacer referencia a una mezcla de civilizaciones: Cartago (el
animal), Egipto (el obelisco) y el Cristianismo (palmas, globo terráqueo, la
cruz).
Según una leyenda
local, el elefante original era asexuado, lo que motivó una fuerte queja de los
ciudadanos varones que lo tomaron como un insulto a su virilidad. Vaccarini no
tuvo más remedio que añadir unos grandes testículos a la escultura.
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(4) Acudimos a los policías de
guardia en la puerta del Ayuntamiento y preguntamos por un sitio para tomar un
vino. Que por allí cerca no había, dijeron. Concreté yo con lo de putià al que parecía ser el jefe y me
dijo, en plan confidencial, que había una por la Pescheria pero que, a aquellas horas, no era
recomendable para turistas. Dimos las gracias en plan despedida y nos mandó
esperar: marchó un momento y regresó con un hombre, que nos presentó como a un
compañero, y nos indicó que fuéramos con él. Así lo hicimos hasta una de las
terrazas de la plaza donde teníamos una mesa reservada (¡!). No era el ambiente
donde nos apetecía tomar nuestro vino, pero… Lo cierto es que nos sirvieron un
vino rico, enorme tapa y precio normal.
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(5) Trattoria da Nuccio, Via
Penninello 36, Catania
Es donde cenamos; propiedad de
los padres del muchacho que regenta, con su novia, el hostal citado.
El local de vinos y copas está
enfrente, en la misma calle (travesía de Via Etnea)
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